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viernes 8 julio 2016 72 Vistas

Independence Day


Por Dante López Foresi

Este año nuestro país tiene la desgracia de que el Día de la Independencia cae en domingo, ante lo cual muy pocos reflexionarán sobre el histórico episodio, ya que solo “recordamos” las fechas patrias cuando nos permiten disfrutar de un feriado. Así somos. Pero la “injusticia” de no poder disfrutar de un día no laborable tiene un atenuante a favor de nuestra “argentinidad”: el pronóstico indica que este 9 de julio no habrá sol. Por lo tanto algunos argentinos podrán dedicarse a repasar aunque más no sea ese término pretencioso: INDEPENDENCIA. Podemos evaluar el concepto desde los puntos de vista de comunidad organizada o individual. En el primero de los casos, no hay demasiadas discusiones respecto del éxito rotundo de los próceres de principios del siglo XIX: ningún argentino desea depender de ninguna potencia extranjera, pero la mayoría cree realmente la fantasía de que somos independientes.

Es ocioso hablar del mundo cada vez más interdependiente, porque es una cuestión que nada tiene que ver con la soberanía y nacionalidad. Ser independiente no es estar aislado. Pero si podríamos extendernos hasta el sopor realizando una nómina de los episodios de la vida cotidiana que nos demuestran cuán dependientes somos: comprar medicamentos, educarse en una escuela pública o privada o en una universidad donde merodea el tufillo que aún sepulta las figuras del revolucionario Mariano Moreno o del valiente Manuel Belgrano ante los “imponentes” próceres de la “madre patria” como Abraham Lincoln o George Washington. El proceso de vaciamiento cultural aún no fue superado.

Pero donde la sensación de dependencia se hace más doliente es en el aspecto individual; en las inspiraciones profundas y los suspiros quejosos de cada uno de nosotros a la hora de vivir cada uno de nuestros días. Levantar nuestros teléfonos sabiendo que el servicio nos lo presta una empresa estatal extranjera llevándose nuestro dinero que pagamos religiosamente, bebiendo esa gaseosa “light” (¿porqué no “sin azúcar”?) que tanto nos refresca la garganta donde tenemos el nudo de la culpa por haber permitido el saqueo. Cuando nuestros hijos nos anuncian que el fin de semana que viene tienen un “pijama party” en la casa de Sofía o cuando nos envían un mensaje a través de celular cuyo servicio es prestado por españoles, franceses o lituanos...que más da, diciéndonos que nos quieren mucho de la siguiente manera: “t kro mch”. En esos casos la dependencia y el vaciamiento cultural nos golpean con toda su furia, como cuando escuchamos a un muchacho de Floresta que ahora es empresario de la comunicación (justamente...co-responsable de la formación o deformación de nuestra lengua) hablarnos sobre “rating”, “share”, CEO o aquellos otros que se jactan de difundir música “nacional” pero a su radio la bautizan como Hit, Filling, Power o Son of a Bitch. Ni hablar de quienes pretendemos ejercer nuestro oficio de conductores de radio y casi púberes en traje paridos en la década siniestra de los 90 nos piden sumas siderales para alquilar espacios de radio ARGENTINAS, so pretexto de su imposibilidad de competir contra monstruos monopólicos de la comunicación cuyos gerentes poseen nombres criollos pero socios gringos.

¿No le ha pasado a Usted que un empleado de casa de electrodomésticos (que seguramente debe vivir en Berazategui o Tapiales) le proponga un descuento si Usted paga el producto en forma “Cash”? ¿O aquel taxista que destila nacionalidad hasta el paroxismo, pero a la hora de pasear con su familia lo hace en un “shopping” donde mira sin ver carteles con leyendas tales como New Man, Solid Inc, Village, etc. Ni hablemos de una de las expresiones donde más cunde la argentinidad como el fútbol. Tribunas repletas donde vendedores y consumidores de choripán (por favor no cambiemos jamás esta palabra...”choripán”), despotrican contra el director técnico porque al equipo le falta “repentización” (¿?) o insultan al árbitro porque no cobró el “off side”.

Todo lo antedicho, no debe generarnos culpa. No somos menos argentinos por hablar así. Solo somos dependientes. Desde los inicios de la humanidad organizada, las políticas imperiales se basaron siempre en la conquista a través de la imposición del idioma y ritos culturales. Como en nuestro caso tener un Papá Noel abrigado hasta el tuétano en pleno verano o celebrar Halloween.

Este artículo que no es más que un intento de crítica y autocrítica – insisto - no pretende generar culpa en nosotros. Pero viene bien comprender ciertos síntomas de esclavitud cultural justamente unos días después de que todos, sin distinción, enarbolamos la bandera del orgullo de ser argentino gracias a un mundial de fútbol (de Foot=pie Ball=balón). ¿Porqué sentiremos vergüenza si decimos que nos gusta el balonpié y sin embargo nos sentimos satisfechos si pronunciamos bien “foul” diciendo “ful” y no ese bochornoso “faun”?.

La soberanía de un pueblo se distingue escuchando y viendo. Escuchándonos y viéndonos. No hace falta celebrar, tiene razón. Nueve de Julio cae domingo de lluvia, no hay feriado...un típico día “Down”.

¿Gestos patrióticos? ¿Cómo hacemos para transmitir el amor por nuestro himno y nuestra bandera a nuestros hijos, si nos conmueven únicamente en forma epidérmica y no visceral?. El idioma ya está deformado. Nos han quitado gran parte de nuestra identidad y los gobernantes que hemos tenidos no realizaron “back up”.

No derramemos lágrimas inútiles. El daño está hecho. Pero alguien dijo alguna vez que lo peligroso no es caminar por una cornisa, sino no darse cuenta.

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